domingo, 28 de diciembre de 2014

Mis ojos han visto a tu Salvador

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, [de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.]
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. 
Lucas 2,22-40
Ciclo B - Sagrada Familia
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domingo, 21 de diciembre de 2014

Entrando en su presencia, dijo: Alégrate

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le podrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?"
El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel. 
Lucas 1,26-38
Ciclo B - 4º dom Adviento 
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Y de nuevo en un entorno poco esperado, Dios vuelve a manifestarse con toda su grandeza. Fuera del templo, del lugar teórico de lo sagrado se presenta a una joven mujer de Nazaret llamada María.
María, por su condición de mujer, de pobre y de joven se encuentra excluída del colectivo con autoridad en materia religiosa para decir una palabra significativa para su entorno. Pero a pesar de esto, el ángel enviado por Dios "entra en su presencia".
A lo largo de la historia de Israel, Dios había convivido junto a su pueblo en su tienda, pues era el modo en que todos vivían, como uno más en medio de ellos, acompañando, vivificando y fortaleciendoles en sus rutinas y en su caminar. Dios no se encuentra en un lugar donde el pueblo acude peregrinando, sino que convive en medio de ellos sin asentarse en un espacio específico.
Por esta razón la construcción del templo no estuvo exenta de cuestionamientos (libro de Samuel), ya que por un lado era el espacio de la presencia y la protección de Dios, pero era también un peligroso "calmante" que consistía en la creencia y sensación de seguridad por el hecho de poseer a Dios y recluirlo en un lugar para adorarle en exclusividad.
Jesús se presenta como morada definitiva de Dios y revelación de su presencia, que camina junto a la humanidad sin instalarse, habitando cada corazón.
Esta es la experiencia que quiere comunicar y compartir el relato de Lucas, que "Dios está con nosotros". Y es en ese lugar íntimo de la pequeñez y vulnerabilidad dónde podemos recogernos en su presencia. Es justamente ese buen lugar interior al que María supo atender para reconocer la presencia de Dios que transforma lo que toca en alegría. "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo."



domingo, 14 de diciembre de 2014

¿Tú quién eres?

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: "¿Tú quién eres?" Él confesó sin reservas: "Yo no soy el Mesías." Le preguntaron: "¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?" El dijo: "No lo soy." "¿Eres tú el Profeta?" Respondió: "No." Y le dijeron: "¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?" Él contestó: "Yo soy al voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías." Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: "Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia."
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Juan 1,6-8.19-28
Ciclo B - 3er dom Adviento
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domingo, 7 de diciembre de 2014

Detrás de mí viene el que puede más que yo

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: "Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."" Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."
Marcos 1,1-8
Ciclo B - 2º dom Adviento
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domingo, 19 de octubre de 2014

A Dios lo que es de Dios

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?" Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: "Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto." Le presentaron un denario. Él les preguntó: "¿De quién son esta cara y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César." Entonces les replicó: "Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios."
Mateo 22,15-21
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Seguimos, como en los domingos anteriores, con una escena de enfrentamiento entre Jesús y los poderes de su tiempo. Al final no deja de repetirse este esfuerzo de algunos por querer confirmar lo inconfirmable para afianzarse e instalarse en una postura.
Los fariseos enviaron ante Jesús a unos discípulos suyos y partidarios de Herodes para tenderle una trampa y desacreditarlo. La trampa consistía en hacerle decir algo que lo dejara fuera de un planteamiento aceptable para la convivenvia con el poder de Roma; "Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?".
Jesús, sin embargo, ante un tema que podría parecer de carácter ético, no elabora ninguna doctrina. No desarrolla un modelo estándar de comportamiento para que todo el mundo supiera qué hacer y que no hacer sobre el pago del tributo.
Sin embargo, Jesús frente a sus adversarios ofrece claridad, y una claridad que desenmascara, "Dad a César lo que es de César" les dice. Y se trata de una respuesta evasiva, pues no es en estos asuntos en los que pone su fuerza y su interés, así es que se desvincula de esta discusión que no va con el.
Jesús va más adentro, a lo esencial, pero los que le cuestionan siguen impermeables, proponiendo mil triquiñuelas legales para cazarle y desautorizarle.
Lo esencial en la respuesta de Jesús no es la agudeza con la que desmonta una pregunta envenenada sino que es la orientación hacia Dios una vez más;  "a Dios lo que es de Dios". Por eso es importante que nuestra reflexión vaya por aquí y no nos perdamos en la dialéctica.
Lo que nos dará la clave para comprender no es que nos preguntemos qué es del César, sino que ahondemos profundamente en qué es de Dios, qué es lo que le pertenece por entero a Él.
En la primera lectura de este domingo dirá el profeta Isaías; "Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios" (Is 45,1.4-6).
Jesús confirma con su palabra y con su vida esto que expresa Isaias con tanta belleza, que fuera de Dios no hay nada. Entonces ¿Qué es lo que pertenece a Dios? A Dios le pertenece todo, incluso "lo del César".
Y es que cuando hacemos divisiones entre lo profano y lo sagrado, cuando vivimos fragmentados dejando a Dios en los altares, nos olvidamos de la justicia, la misericordia y la compasión, y nos olvidamos en definitiva del Dios de la vida presente en todo y en todos. Nos olvidamos que Dios se presenta en tu carne y en la mía, en nuestros pensamientos, deseos, riquezas, miserias, incoherencias, talentos, fragilidades, en nuestro esfuerzo, voluntad y esperanza... porque en definitiva, todo lo ha creado y todo lo ama.

domingo, 12 de octubre de 2014

Tengo preparado el banquete

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."
Mateo 22,1-14
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Una vez más Jesús emplea una imagen conocida en el contexto judío por su presencia en los escritos antiguos, se trata del banquete. A lo largo del evangelio vemos como Jesús actualiza las escrituras y trata de darles sentido desde una perspectiva nueva.

domingo, 5 de octubre de 2014

Se os quitará a vosotros el reino de Dios

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: "Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?" Le contestaron: "Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos." Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos."
Mateo 21,33-43
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La imagen de la viña es una de las más empleadas en la literatura veterotestamentaria. Aparece en diferentes escritos haciendo alusión al pueblo elegido de Dios, al pueblo amado y mimado con el que Yavé ha establecido una Alianza y una relación de profundo amor. Al pueblo escogido para dar vida buena y generosa, fruto de su relación íntima y fecunda con el Dios de la vida.
En este capítulo de Mateo se emplea la imagen de la viña tan conocida para el pueblo de Israel, para explicar cuan grande es el ser de Dios. Jesús, con esta parábola, se dirige directamente a los sumos sacerdotes y a los senadores y con un lenguaje y unas imágenes familiares para sus interlocutores, muestra un aspecto de Dios que habla de universalidad, de diversidad y de incluir en la herencia del Reino a todos por igual.
Siguiendo con la parábola vemos como la viña que había sido arrendada y encomendada por el propietario a los labradores (por Dios a su pueblo) es usurpada. El propietario envía a sus criados primero a pedir cuenta de los frutos, pero son agredidos y expulsados, y finalemente envía a su propio hijo para que recoja el fruto resultado de lo arrendado. Pero los labradores igualmente desprecian al hijo y agrediéndolo acaban con su vida pretendiendo apropiarse de su herencia.
"Y ahora cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?" pregunta Jesús.
"Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos." le contestaron.
Y es que hay algo de lo que podemos tener certeza, y es que el Señor de la creación ama a sus criaturas por encima de todo y se instala en ellas para siempre. Nadie se escapa de ser habitado por este Dios nuestro, de manera que nadie puede apropiarse ni hacerse único valuarte o vocero de sus promesas o de su palabra. Dios se presenta en todo y en todos cuanto existen, y se entrega para hacerse pertenencia de todos. Esta es la experiencia de los místicos y de los grandes maestros espirituales de todas las tradiciones.
Dirá Juan de la Cruz en la oración del alma enamorada;
"Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí".
Y esto es lo que podemos decir todos cuando establecemos alianza profunda con nuestro Dios, que es nuestro.
En el tiempo de Jesús algunos quisieron apropiarse indebidamente de Dios y su promesa, es una tentación comprensible (pues mucha es la ganancia) pero que muestra al mismo tiempo un gran desconocimiento por falta de contacto y de intimidad con Él. Siempre hay quien pretende hacerse dueño de lo que es propiedad universal, siempre hay quien buscará ser agraciado único de la herencia destinada a todos los hijos e hijas. Habrá quien despreciará a los que no esperaba, por incómodos, diferentes, inquietantes, amenazadores...
Pero Jesús es tan claro... "Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos."

domingo, 28 de septiembre de 2014

Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acerco al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?" Contestaron: "El primero." Jesús les dijo: "Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis."
Mateo 21,28-32 
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La parabola de este domingo pone de relieve la incoherencia y la falsa conciencia religiosa. Este pequeño fragmento de Mateo acentúa la ambiguedad y la falta de autenticidad reinante entre los que se consideraban veraderos seguidores de Yavé, los que se reconocían a sí mismos como jueces y garantes de la ortodoxia.
Los interlocuteores de Jesús son la élite religiosa, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, los que habían asumido la función de "intermediarios" de Dios.
Pero como de costumbre, Jesús tiene un comportamieno inadecuado para una persona religiosa, pone por delante de todas aquellas autoridades a los despreciados y desplazados de la humanidad, a los que son considerados una lacra y una verguenza; a las prostitutas y a los publicanos.
Y como es costumbre en Jesús, inicia su breve discurso con una sencilla historia; "un padre tenía dos hijos..." y más allá de cualquier interpretación se vislumbra una cuestión fundante que es la primacía del hacer sobre el decir, la primacía de la coherencia del llevar consecuentemente a la práctica aquello en lo que decimos creer y por lo que decimos vivir. Esta es la cuestión esencial del relato, y por esto pregunta; "¿Qué os parece?".
Jesús dirige unas duras palabras a los que ostentan el poder religioso "Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios".
Son precisamente los desheredados y desplazados de este mundo los que han comprendido las señales del Reino del que habla Jesús, porque han visto y oído, porque han experimentado en sus entrañas la misericordia y la caricia de Dios. Son los frágiles y los desposeídos injustamente los que pudieron atender a los signos que se presentaron con Juan cuando "vino enseñándoos el camino de la justicia".
Por eso, estas señales del cielo son para los que miran a lo alto, para los que buscan eternidad, para los que anhelan la ternura del creador, para los que respiran desde la pequeñez y la fragilidad y para los que se dejan amar.
Aquellos que insisten en señalar y adoctrinar incesantemente creyéndose garantes de la ley y defensores de Dios se pierden el milagro del Reino.


domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."
Mateo 20,1-16 

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En la comunidad de Mateo confluyen cristianos de diverso origen y condición. Por un lado aquellos judíos inmersos desde generaciones en una tradición antigua y perteneciente al "pueblo elegido", y por otro lado los paganos considerados impuros, que tras un proceso de conversión decidieron seguir las enseñanzas de Jesús y adoptar un estilo de vida en consonancia con su mensaje y propuesta.
No debió ser fácil la convivencia de unos con otros, al igual que acoger y asimilar modos de vivir y pensar llegando a acuerdos de comunión.
En este bonito texto vemos claro como la bondad de Dios supera cualquier expectativa, y como la justicia de Dios nada tiene que ver con nuestro concepto de justicia y de equidad.
La acción de Dios es concreta y particular y por eso tiene en cuenta cada caso. No hace generalizaciones porque conoce el corazón del hombre y su historia. Es generosa infinitamente porque nada tiene que perder, Él es donación universal y eterna.
En tiempos de Jesús la salvación tenía más que ver con un intercambio que con un regalo gratuíto que no espera nada de vuelta. Por eso sus palabras acerca de Dios causaban tal revuelo y fueron motivo de escándalo para muchos y justificación para hacerlo callar.
Quizás quede hoy algo de esta mentalidad exclusivista en la que los que llegaron a primera hora se ven con derecho a más que los que acudieron a la tarde.
Quizás nos falte repetir una y otra vez hasta que resuene en nuestro interior esto de "Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?"

domingo, 14 de septiembre de 2014

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo...

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él."
Juan 3,13-17
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La cruz de Cristo sólo es posible acogerla desde el lado de los excluidos y abandonados de la tierra y desde los que se ocupan en transformar estos caminos de cruz y de dolor por otros de justicia y dignidad.
Conocer el pensamiento de Dios no es posible para los hombre y mujeres de este mundo, pero a la luz de las palabras de Jesús podemos tener la certeza de que no estamos hechos para instalarnos en el sufrimiento. Muchas veces y en muchos momentos los cristianos hemos hecho una especie de apología del dolor y la desgracia como si este escenario fuera el que a Dios le agrada. Como si la precariedad y la indigencia fueran un valor al alza para Dios.
No es en lo que creo desde luego...
A lo largo de nuestra vida atravesamos tiempos de gracia y de alegría y también de dificultad y de tristeza. Y es justo en estos últimos en los que podemos aprender de manera privilegiada cuán grande es el Dios que nos habita y de qué manera nos invita a crecer y a caminar.
La cruz está presente en la vida de todo ser humano. La crisis, la desesperanza, la injusticia, la violencia, la enfermedad, la duda, la fragilidad y la pequeñez... forman parte de nuestro ser al igual que todas nuestras grandezas.
Pero la dificultad de mostrarnos desde nuestros límites, incoherencias y dolores es mucho mayor que hacerlo desde nuestros talentos y fortalezas.
Cuendo llevamos a un plano de consciencia nuestra cruz, sin ocultarla ni negarla, sólo acogiéndola con bondad y respeto es cuando es posible levatarnos de nuestras caidas.
Levantar la cruz supone reconocer nuestra miseria y pobreza. Supone mirar nuestra historia amorosamente, sin avergonzarnos, acogiendo los límites personales para recuperar toda la dignidad y grandeza que nos ha sido regalada desde el principio.
Levantar la cruz es experimentar el milagro de la complicidad de un Dios compañero, que no está en las alturas al modo de los "dioses del Olimpo", sino que es un crucificado, y es uno con todos los crucificados de todos los tiempos.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Donde dos o tres están reunidos en mi nombre

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Mateo 18,15-20
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La fraternidad y la comunión son una fuente de salvación. Lo que nos ayuda a salir de los esquemas donde nos hemos instalado por comodidad o rutina es dejarnos interpelar e iluminar por quienes nos aman sinceramente de corazón.
Estar dispuesto a negarse y a desaprender, a deshacer los caminos que hemos recorrido y nos dan seguridad y confianza en nosotros mismos, en la vida, en el destino y en quien es fuente inagotable de todo bien, es darnos la posibilidad de desatar lo que no nos deja alcanzar el cielo y la vida futura. Lo que nos atrapa en el pasado y en sus esquemas, lo que nos encajona y empequeñece por negarnos a mirar hacia delante y estar dispuestos de abandonar ciertos esquemas dolientes es lo que la bondad y generosidad de la comunidad puede rescatar y sanar.
En los evangelios encontramos a menudo textos con cierto carácter normativo que tienen como finalidad ayudar a la comunidad a resolver dificultades internas de un modo fraterno para un mejor funcionamiento. Y este es ciertamente uno de ellos. El evangelio habla de la "corrección fraterna", es decir, del modelo a seguir a la hora de confrontar e interpelar al otro ante una situación de conflicto. Nos habla de las formas e intenciones que ponemos en los momentos de crisis, de tensión, de falta de acuerdo, de no estar en sintonía, de discrepar y tener otro modelo diferente. Se trata pues de un texto realista que relata y refleja la vida cotidiana de la comunidad. Y en este punto la claridad de las palabras de Jesús no dan lugar a dudas o confusión. Sólo desde el cuidado y la ternura, desde el respetar el proceso de cada persona y desde la paciencia que lleva a las personas a los acuerdos y a un punto común de encuentro se hace presente el espíritu del amor. Porque "si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."

domingo, 13 de abril de 2014

Pasión de Jesús según el evangelio de Mateo

C. En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. "¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?"
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. "¿Donde quieres que te preparemos la cena de Pascua?"
C. Él contestó:
+ "Id a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos"".
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar".
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. "¿Soy yo acaso, Señor?"
C. Él respondió:
+ "El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber nacido".
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. "¿Soy yo acaso, Maestro?".
C. Él respondió:
+ "Así es".
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:
+ "Tomad, comed: esto es mi cuerpo".
C. Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:
+ "Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre"
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
+ "Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño". Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea".
C. Pedro replicó:
S. "Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré".
C. Jesús les dijo:
+ "Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás".
C. Pedro le replicó:
S. "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré".
C. Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ "Sentaos aquí mientras voy allá a orar".
C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ "Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo".
C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ "Padre mío, si es posible, que pase y se aleje d mí ese cáliz. pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ "¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil".
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ "Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad".
C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ "Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega".
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. "Al que yo bese, ése es: detenedlo".
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. "¡Salve, Maestro!"
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ "Amigo, ¿a qué vienes?"
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ "Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que pasar".
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ "Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis".
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se había reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:
S."Este ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días".
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. "¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?"
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. "Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios".
C. Jesús respondió:
+ "Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo."
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S. "Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?"
C. Y ellos contestaron:
S. "Es reo de muerte".
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:
S. "Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado".
S. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:
S. "También tú andabas con Jesús el Galileo".
C. Él lo negó delante de todos diciendo:
C. "No sé qué quieres decir".
C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. "Este andaba con Jesús el Nazareno".
C. Otra vez negó él con juramento:
S. "No conozco a ese hombre".
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: "Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento".
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
S. "No conozco a ese hombre".
C. Y en seguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquella palabras de Jesús: "Antes de que cante el gallo me negarás tres veces". Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de palta a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:
S. "He pecado, he entregado a la muerte a un inocente".
C. Pero ellos dijeron:
S. "¿A nosotros qué? ¡Allá tú!"
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. "No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre".
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía "Campo de Sangre". Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: "Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor".
Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"
C. Jesús respondió:
+ "Tú lo dices".
C. Y mientras la acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. "¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?"
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S. "¿A quien queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman Mesías?"
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. "No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él"
C. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. "¿A cuál de los dos queréis que os suelte?"
C. Ellos dijeron:
S. "A Barrabás".
C. Pilato les preguntó:
S. "¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?"
C. Contestaron todos:
S. "¡Que lo crucifiquen!"
C. Pilato insistió:
S. "Pues ¿qué mal ha hecho?"
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. "¡Que lo crucifiquen!"
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:
S. "Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!"
C. Y el pueblo contestó:
S. "¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!"
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotado, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S. "¡Salve, rey de los judíos"!
C. Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
C. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir "La Calavera"), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo, probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: "Este es el Rey de los Judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza:
S. "Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz".
C. Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:
S. "A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?".
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ "Elí, Elí, lamá sabaktaní"
C. (Es decir:
+ "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?")
C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S. "A Elías llama éste".
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. los demás decían:
S. "Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo".
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rasgaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:
S. "Realmente éste era Hijo de Dios"
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.
A la mañana siguiente, pasado el día de la preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. "Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: "A los tres días resucitaré". Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos". La última impostura sería peor que la primera. Pilato contestó:
S. "Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis".
C. Ellos fueron, sellaron la pierda y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro. 
Mateo 26, 14-27, 66
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El pasado a tu misericordia, el futuro a tu providencia, el presente a tu Amor; pues sólo tengo el hoy para amarte mi Señor...

 

domingo, 6 de abril de 2014

Yo soy la resurrección y la vida

En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.]
Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: "Señor, tu amigo está enfermo." Jesús, al oírlo, dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella." Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: "Vamos otra vez a Judea."
[Los discípulos le replican: "Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?" Jesús contestó: "¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto, añadió: "Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo." Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, se salvará." Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa." Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: "Vamos también nosotros y muramos con él."]
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano.] Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá." Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará." Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día." Jesús le dice: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."
[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: "El Maestro está ahí y te llama." Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano."]
Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,] sollozó y, muy conmovido, preguntó: "¿Donde lo habéis enterrado?" Le contestaron: "Señor, ven a verlo." Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: "¡Cómo lo quería!" Pero algunos dijeron: "Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?" Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: "Quitad la losa." Marta, la hermana del muerto, le dice: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días." Jesús le dice: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado." Y dicho esto, gritó con voz potente: "Lázaro, ven afuera." El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: "Desatadlo y dejadlo andar."
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. 
Juan 11,1-45
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En este relato todo es simbólico, además la falta de lógica nos obliga a salir de la literalidad. Si Jesús hubiera pretendido salvar la vida biológica de Lázaro, hubiera ido inmediatamente a curarlo. Hubiera sido más fácil que resucitarlo. Pero su intención no es curar la enfermedad de Lázaro, sino manifestar la Vida en él.
La alternativa no es: esta vida, solamente aquí abajo u otra vida después, pero continuación de esta.
La alternativa es: vida biológica sola, o Vida definitiva durante esta vida y más allá de ella.
Si seguimos preguntando si Lázaro resucitó o no físicamente, es que seguimos en el lado de los muertos, porque nuestra preocupación sigue siendo la vida biológica.

Jesús no hace ningún caso de la resurrección del último día, de la que habla Marta. Lo que él ofrece es otra cosa. Jesús no viene a prolongar la vida física, viene a comunicar la Vida trascendente que él mismo posee y de la que puede disponer (5,26).
Esa Vida es de tal fuerza, que anula el carácter catastrófico de la muerte biológica. Es la misma Vida de Dios que él posee por el Espíritu.

Respecto a la Vida que comunica Jesús cuando dice "Yo soy la resurrección" está indicando que es algo presente, no futuro y lejano. No hay que esperar a la muerte para conseguir Vida. Para que esa Vida pueda llegar al hombre, se requiere como condición indispensable la adhesión a Jesús. A la adhesión responde él con el don del Espíritu-Vida, nacimiento a una nueva Vida que se sitúa más acá y más allá de la muerte física.
No se trata de creer que Jesús tiene poder para resucitar a un muerto. Se trata de aceptar la Vida definitiva que Jesús posee y puede comunicar al que se adhiere a él.

domingo, 30 de marzo de 2014

Jesús vio a un hombre ciego

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo."
Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado." Él f
ue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo."
[Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé."]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta."
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él."
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder."]
Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él.
[Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste."] 
Juan 11,1-45
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En toda la literatura espiritual tema de la luz ocupa un lugar absolutamente central. 

domingo, 23 de marzo de 2014

Dame de beber

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla."
[Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad."
La mujer le dice: "Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo."
[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores."]
En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo." 
Juan 4,5-42
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Para la comunidad de Juan, Jesús es el revelador de Dios, que aporta el "agua viva", el don capaz de colmar el anhelo humano. Esa agua la encontramos en nuestro propio interior, como un manantial que brota incesantemente, pues estamos hechos de su misma esencia y nuestro mayor anhelo es beber y calmar así nuestra sed.
Es un agua que nos conduce a vivir integrados, sin fragmentaciones ni divisiones, unidos a la fuente de vida verdadera, reconciados con el mundo desde la fraternidad y la paz más profunda. Esta es la voluntad del Dios que Jesús nos muestra.
En este conocido relato de la mujer samaritana no se da un encuentro anecdótico entre Jesús y una mujer. Se abordan cuestiones de vital importancia. La ley y la tradición representadas en "el pozo de Jacob" donde ya no se puede apagar la sed. Jesús le habla de "manantial" nuevo, que le viene a través de él y que "salta en su interior" de un modo permanente.
La mujer se acerca a Jesús y vuelve al pueblo a contar los prodigios que han sucedido, se convierte en la primera apóstol que lleva la buena noticia a su pueblo
Jesús llega con una palabra diferente, con una actitud diferente, con un corazón que acoge, muestra, propone y ofrece. Jesús es judío y lleva consigo la visión de un padre universal, un padre que es padre de todos, porque a todos reconoce como hijos suyos y a todos ama. Jesús es la voz de un padre que ya no está vinculado a un culto, ni a un templo, ni a una fe, ni a unas tradiciones. Jesús muestra a un Padre-Madre
Dios que no es patrimonio de nadie, un Dios que ama en espíritu y en verdad.

domingo, 16 de marzo de 2014

Se transfiguró delante de ellos

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro,a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis."
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos." 
Mateo 17,1-9
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En el capítulo 24 del libro del éxodo, en el que se narra la teofanía del Sinaí, encontramos un relato muy parecido al que nos cuenta Mateo en la Transfiguración. En este primero aparece Moisés acompañado de Aarón, Nadab y Abihú y cuenta como los cubrió una nube y que, desde ella, Dios les habló el séptimo día.
No es casual que el Evangelio quiera de alguna manera presentar a Jesús como al nuevo Moisés que tiene una palabra definitiva que decir, una palabra que da cumplimiento a la ley y a los profetas, una palabra que desvela y muestra algo más del misterio insondable de Dios; "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Los discípulos no han de confundir a Jesús con nadie, ni siquiera con Moisés y Elías, representantes y testigos del Antiguo Testamento. Solo Jesús es el Hijo querido de Dios, el que tiene su rostro “resplandeciente como el sol”. 
Pero la Voz añade algo más: “Escuchadlo”. En otros tiempos, Dios había revelado su voluntad por medio de los “diez mandatos” de la Ley. Ahora la voluntad de Dios se resume y concreta en un solo mandato: escuchad a Jesús. La escucha establece la verdadera relación entre los seguidores y Jesús.
"Jesús es lo que acontece cuando Dios habla sin obstáculos en un hombre" Jean Sulivan, ; por eso, podemos decir que es un hombre transfigurado. La transfiguración no fue un hecho puntual en la vida del Maestro de Nazaret, sino el estado de su ser.
¿Qué hacía de Jesús un hombre transfigurado? Y ¿en qué se notaba? Según los datos que nos aportan las narraciones evangélicas, lo que mostraba a Jesús como un hombre transfigurado era su bondad, su compasión, su autenticidad, su integridad y coherencia, su libertad, su vivencia de Dios...
Todo ello resulta profundamente coherente, porque, antes que nada, una persona transfigurada es una persona profundamente humana. Todo lo auténticamente humano es transparencia de Dios; o, por decirlo de otro modo, la vivencia de lo humano nos "diviniza".

domingo, 9 de marzo de 2014

Jesús fue llevado al desierto

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó, diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.""
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios.""
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.""
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían. 
Mateo 4,1-11
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El desierto es un lugar donde es dificil vivir, es un lugar para no instalarse, es un lugar de precariedad y peligro. El desierto es un espacio repleto de incomodidades y de ausencia de confort. Es por eso que uno no puede asentarse e instalarse allí. Uno no puede construir su casa definitiva y pretender quedarse para siempre. Por el desierto podemos pasar como quien quiere vivir una aventura, quien quiere ponerse a prueba, medirse y batirse. Por el desierto podemos pasar para vivir una experiencia de austeridad, de desapego y de vacío.
Por eso es común tropezarnos con nuestras limitaciones, falta de fortaleza, con nuestra pobreza y pequeñez. En el desierto lo que nos duele no se confunde, no se disimula. En el desierto lo que nos seduce se hace gigante, lo que nos arrastra cobra una voz protagonista y lo que nos angustia apreta de un modo tremendo. En el desierto no hay distracción, sólo verdad. Lo que soy es lo que soy, y nada más.
Por el desierto podemos pasar cuando hay una disposición especial a desasirnos, despojarnos para vivir en contacto con nuestra profundidad y hondura, con nuestro centro y mismidad. Y justo ahí, cuando apelamos a la unicidad de nuestro ser se produce el encuentro con lo sagrado, con quien nos habita, nos conoce y nos ama. Justo cuando podemos reconocernos tal cual somos sin sonrojarnos el milagro de lo divino nos transforma.
Y precisamente a este peculiar lugar acude Jesús al principio de su vida más conocida, de su vida de Palabra y testimonio. Desde el desierto Jesús puede aventurarse para reconocerse, para mirarse y medirse con el peligro y el miedo. En el desierto Jesús encuentra la posibilidad de escuchar esa voz que que le conduce, restablece y conforta para gritar desde el convencimiento más férreo "Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo darás culto".



domingo, 2 de marzo de 2014

Nadie puede estar al servicio de dos amos

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos." 
Mateo 6,24-34
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La confianza en la providencia supone estar dispuesto a cambiar de planes. A volver a empezar, a caminar por otros lugares que no imaginábamos. La confianza en la providencia es la fórmula de la que Dios se vale para acercarse. Es un gesto de amor profundo y de total libertad.
Existe un equilibrio precioso entre lo que podemos hacer y lo que podemos esperar. Nuestra vida, nuestros sueños, nuestros anhelos y los deseos y planes de Dios y su proyecto del Reino
 "Dios no cumple todos nuestros deseos sino todas sus promesas." Dietrich Bonhoeffer
El saber que pocas cosas están en nuestras manos y que poco depende de nosotros pero poner toda nuestra conciencia y presencia al servicio de Dios nos introducen en el misterio sagrado de la confianza y la providencia.
¿Cómo vivo la Providencia de Dios?

domingo, 23 de febrero de 2014

Habéis oído que se dijo...

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica; dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.
Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto." 
Mateo 5,38-48
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El Evangelio da un salto enorme hacia adelante. Y casi siempre rompe con los esquemas con los que entendemos el mundo. No se trata de cumplir una serie de normas y preceptos, de seguir una ley o una doctrina. El evangelio nos anima a asumir lo que parece imposible, lo que es incluso absurdo para la mayoría. Se nos invita a saltar al vacío, confiando y arriesgando... y conservando la fe de que todo irá bien.
"Dios nos toca, y su contacto, que es vacío, nos vacía. Nos mueve con una simplicidad que nos simplifica. Entonces cesa toda variedad, toda complejidad, toda paradoja y toda multiplicidad." Thomas Merton
La complejidad de la propuesta de Dios desaparece cuando iniciamos el camino y nos abandonamos a la providencia de quien todo lo puede.
En este salto hacia el infinito que se nos invita a dar nos lleva ir realizando con nuestra vida la perfección del amor que hay que alcanzar, lo cual no se consigue simplemente evitando el mal, sino acometiendo el bien.

domingo, 16 de febrero de 2014

No creáis que he venido a abolir la Ley

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ["No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.] Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. [Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.]
Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. [Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.]
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor". Pues yo os digo que no juréis en absoluto: [ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo.] A vosotros os basta decir "si" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno." 
Mateo 5,17-37
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Este discurso acontece curiosamente después del sermón de la Montaña, que comenzó con las Bienaventuranzas. Expone con exactitud las exigencias de la Ley de Moisés (Torá), explicadas por Mateo, que está escribiendo para una comunidad de judíos que se han hecho cristianos, obviamente sin dejar de ser judíos. Es importante tener esto en cuenta.
El discurso sobre la ley está dirigido a una comunidad muy concreta. Obviamente, tiene también un valor universal, pero debe saberse la peculiaridad de esta comunidad.
Las bienaventuranzas y el mensaje del evangelio en su totalidad nos proponen una realidad nueva en nuestra relación con Dios. Ya no somos siervos ni esclavos, sino hijos herederos de una promesa que se cumple en la historia, en nuestra historia.
De esta lectura podemos entender que la moral es «heteró-noma», es una norma ajena, venida de fuera, y de arriba, a la que nos tenemos que someter. La moral, los preceptos, los mandamientos... con su constricción sobre la vida humana, y la consiguiente amenaza de pecado y de condenación, han sido uno de los frentes clásicos de fricción de la religión con el mundo moderno.
Se trata pues de una cosmovisión salvífica estructurada en dos estancias, una superior y otra inferior. Una superior de donde todo viene; verdad, amor, belleza, ser, eternidad... de donde viene la moral,  y una realidad inferior temporal, pasajera, corruptible, peligrosa. Es pues esta una moral que viene siempre impuesta, que es obligatoria y que por supuesto oprime.
El cristiano de hoy que vive o quiere vivir integrado, sin dualismos no puede aceptar aquella visión escindida en dos mundos al estilo más platónico, por muy espiritual que se presente, sino que pasa a vivir en un mundo nuevo, un mundo único, en la única realidad.