
Mateo 21,33-43
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La imagen de la viña es una de las más empleadas en la literatura veterotestamentaria. Aparece en diferentes escritos haciendo alusión al pueblo elegido de Dios, al pueblo amado y mimado con el que Yavé ha establecido una Alianza y una relación de profundo amor. Al pueblo escogido para dar vida buena y generosa, fruto de su relación íntima y fecunda con el Dios de la vida.
En este capítulo de Mateo se emplea la imagen de la viña tan conocida para el pueblo de Israel, para explicar cuan grande es el ser de Dios. Jesús, con esta parábola, se dirige directamente a los sumos sacerdotes y a los senadores y con un lenguaje y unas imágenes familiares para sus interlocutores, muestra un aspecto de Dios que habla de universalidad, de diversidad y de incluir en la herencia del Reino a todos por igual.
Siguiendo con la parábola vemos como la viña que había sido arrendada y encomendada por el propietario a los labradores (por Dios a su pueblo) es usurpada. El propietario envía a sus criados primero a pedir cuenta de los frutos, pero son agredidos y expulsados, y finalemente envía a su propio hijo para que recoja el fruto resultado de lo arrendado. Pero los labradores igualmente desprecian al hijo y agrediéndolo acaban con su vida pretendiendo apropiarse de su herencia.
"Y ahora cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?" pregunta Jesús.
"Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos." le contestaron.
Y es que hay algo de lo que podemos tener certeza, y es que el Señor de la creación ama a sus criaturas por encima de todo y se instala en ellas para siempre. Nadie se escapa de ser habitado por este Dios nuestro, de manera que nadie puede apropiarse ni hacerse único valuarte o vocero de sus promesas o de su palabra. Dios se presenta en todo y en todos cuanto existen, y se entrega para hacerse pertenencia de todos. Esta es la experiencia de los místicos y de los grandes maestros espirituales de todas las tradiciones.
Dirá Juan de la Cruz en la oración del alma enamorada;
"Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí".
Y esto es lo que podemos decir todos cuando establecemos alianza profunda con nuestro Dios, que es nuestro.
En el tiempo de Jesús algunos quisieron apropiarse indebidamente de Dios y su promesa, es una tentación comprensible (pues mucha es la ganancia) pero que muestra al mismo tiempo un gran desconocimiento por falta de contacto y de intimidad con Él. Siempre hay quien pretende hacerse dueño de lo que es propiedad universal, siempre hay quien buscará ser agraciado único de la herencia destinada a todos los hijos e hijas. Habrá quien despreciará a los que no esperaba, por incómodos, diferentes, inquietantes, amenazadores...
Pero Jesús es tan claro... "Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos."
En este capítulo de Mateo se emplea la imagen de la viña tan conocida para el pueblo de Israel, para explicar cuan grande es el ser de Dios. Jesús, con esta parábola, se dirige directamente a los sumos sacerdotes y a los senadores y con un lenguaje y unas imágenes familiares para sus interlocutores, muestra un aspecto de Dios que habla de universalidad, de diversidad y de incluir en la herencia del Reino a todos por igual.
Siguiendo con la parábola vemos como la viña que había sido arrendada y encomendada por el propietario a los labradores (por Dios a su pueblo) es usurpada. El propietario envía a sus criados primero a pedir cuenta de los frutos, pero son agredidos y expulsados, y finalemente envía a su propio hijo para que recoja el fruto resultado de lo arrendado. Pero los labradores igualmente desprecian al hijo y agrediéndolo acaban con su vida pretendiendo apropiarse de su herencia.
"Y ahora cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?" pregunta Jesús.
"Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos." le contestaron.
Y es que hay algo de lo que podemos tener certeza, y es que el Señor de la creación ama a sus criaturas por encima de todo y se instala en ellas para siempre. Nadie se escapa de ser habitado por este Dios nuestro, de manera que nadie puede apropiarse ni hacerse único valuarte o vocero de sus promesas o de su palabra. Dios se presenta en todo y en todos cuanto existen, y se entrega para hacerse pertenencia de todos. Esta es la experiencia de los místicos y de los grandes maestros espirituales de todas las tradiciones.
Dirá Juan de la Cruz en la oración del alma enamorada;
"Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí".
Y esto es lo que podemos decir todos cuando establecemos alianza profunda con nuestro Dios, que es nuestro.
En el tiempo de Jesús algunos quisieron apropiarse indebidamente de Dios y su promesa, es una tentación comprensible (pues mucha es la ganancia) pero que muestra al mismo tiempo un gran desconocimiento por falta de contacto y de intimidad con Él. Siempre hay quien pretende hacerse dueño de lo que es propiedad universal, siempre hay quien buscará ser agraciado único de la herencia destinada a todos los hijos e hijas. Habrá quien despreciará a los que no esperaba, por incómodos, diferentes, inquietantes, amenazadores...
Pero Jesús es tan claro... "Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos."