domingo, 30 de marzo de 2014

Jesús vio a un hombre ciego

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo."
Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado." Él f
ue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo."
[Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé."]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta."
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él."
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder."]
Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él.
[Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste."] 
Juan 11,1-45
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En toda la literatura espiritual tema de la luz ocupa un lugar absolutamente central. 

domingo, 23 de marzo de 2014

Dame de beber

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla."
[Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad."
La mujer le dice: "Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo."
[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores."]
En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo." 
Juan 4,5-42
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Para la comunidad de Juan, Jesús es el revelador de Dios, que aporta el "agua viva", el don capaz de colmar el anhelo humano. Esa agua la encontramos en nuestro propio interior, como un manantial que brota incesantemente, pues estamos hechos de su misma esencia y nuestro mayor anhelo es beber y calmar así nuestra sed.
Es un agua que nos conduce a vivir integrados, sin fragmentaciones ni divisiones, unidos a la fuente de vida verdadera, reconciados con el mundo desde la fraternidad y la paz más profunda. Esta es la voluntad del Dios que Jesús nos muestra.
En este conocido relato de la mujer samaritana no se da un encuentro anecdótico entre Jesús y una mujer. Se abordan cuestiones de vital importancia. La ley y la tradición representadas en "el pozo de Jacob" donde ya no se puede apagar la sed. Jesús le habla de "manantial" nuevo, que le viene a través de él y que "salta en su interior" de un modo permanente.
La mujer se acerca a Jesús y vuelve al pueblo a contar los prodigios que han sucedido, se convierte en la primera apóstol que lleva la buena noticia a su pueblo
Jesús llega con una palabra diferente, con una actitud diferente, con un corazón que acoge, muestra, propone y ofrece. Jesús es judío y lleva consigo la visión de un padre universal, un padre que es padre de todos, porque a todos reconoce como hijos suyos y a todos ama. Jesús es la voz de un padre que ya no está vinculado a un culto, ni a un templo, ni a una fe, ni a unas tradiciones. Jesús muestra a un Padre-Madre
Dios que no es patrimonio de nadie, un Dios que ama en espíritu y en verdad.

domingo, 16 de marzo de 2014

Se transfiguró delante de ellos

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro,a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis."
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos." 
Mateo 17,1-9
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En el capítulo 24 del libro del éxodo, en el que se narra la teofanía del Sinaí, encontramos un relato muy parecido al que nos cuenta Mateo en la Transfiguración. En este primero aparece Moisés acompañado de Aarón, Nadab y Abihú y cuenta como los cubrió una nube y que, desde ella, Dios les habló el séptimo día.
No es casual que el Evangelio quiera de alguna manera presentar a Jesús como al nuevo Moisés que tiene una palabra definitiva que decir, una palabra que da cumplimiento a la ley y a los profetas, una palabra que desvela y muestra algo más del misterio insondable de Dios; "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Los discípulos no han de confundir a Jesús con nadie, ni siquiera con Moisés y Elías, representantes y testigos del Antiguo Testamento. Solo Jesús es el Hijo querido de Dios, el que tiene su rostro “resplandeciente como el sol”. 
Pero la Voz añade algo más: “Escuchadlo”. En otros tiempos, Dios había revelado su voluntad por medio de los “diez mandatos” de la Ley. Ahora la voluntad de Dios se resume y concreta en un solo mandato: escuchad a Jesús. La escucha establece la verdadera relación entre los seguidores y Jesús.
"Jesús es lo que acontece cuando Dios habla sin obstáculos en un hombre" Jean Sulivan, ; por eso, podemos decir que es un hombre transfigurado. La transfiguración no fue un hecho puntual en la vida del Maestro de Nazaret, sino el estado de su ser.
¿Qué hacía de Jesús un hombre transfigurado? Y ¿en qué se notaba? Según los datos que nos aportan las narraciones evangélicas, lo que mostraba a Jesús como un hombre transfigurado era su bondad, su compasión, su autenticidad, su integridad y coherencia, su libertad, su vivencia de Dios...
Todo ello resulta profundamente coherente, porque, antes que nada, una persona transfigurada es una persona profundamente humana. Todo lo auténticamente humano es transparencia de Dios; o, por decirlo de otro modo, la vivencia de lo humano nos "diviniza".

domingo, 9 de marzo de 2014

Jesús fue llevado al desierto

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Pero él le contestó, diciendo: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.""
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."" Jesús le dijo: "También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios.""
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: "Todo esto te daré, si te postras y me adoras." Entonces le dijo Jesús: "Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.""
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían. 
Mateo 4,1-11
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El desierto es un lugar donde es dificil vivir, es un lugar para no instalarse, es un lugar de precariedad y peligro. El desierto es un espacio repleto de incomodidades y de ausencia de confort. Es por eso que uno no puede asentarse e instalarse allí. Uno no puede construir su casa definitiva y pretender quedarse para siempre. Por el desierto podemos pasar como quien quiere vivir una aventura, quien quiere ponerse a prueba, medirse y batirse. Por el desierto podemos pasar para vivir una experiencia de austeridad, de desapego y de vacío.
Por eso es común tropezarnos con nuestras limitaciones, falta de fortaleza, con nuestra pobreza y pequeñez. En el desierto lo que nos duele no se confunde, no se disimula. En el desierto lo que nos seduce se hace gigante, lo que nos arrastra cobra una voz protagonista y lo que nos angustia apreta de un modo tremendo. En el desierto no hay distracción, sólo verdad. Lo que soy es lo que soy, y nada más.
Por el desierto podemos pasar cuando hay una disposición especial a desasirnos, despojarnos para vivir en contacto con nuestra profundidad y hondura, con nuestro centro y mismidad. Y justo ahí, cuando apelamos a la unicidad de nuestro ser se produce el encuentro con lo sagrado, con quien nos habita, nos conoce y nos ama. Justo cuando podemos reconocernos tal cual somos sin sonrojarnos el milagro de lo divino nos transforma.
Y precisamente a este peculiar lugar acude Jesús al principio de su vida más conocida, de su vida de Palabra y testimonio. Desde el desierto Jesús puede aventurarse para reconocerse, para mirarse y medirse con el peligro y el miedo. En el desierto Jesús encuentra la posibilidad de escuchar esa voz que que le conduce, restablece y conforta para gritar desde el convencimiento más férreo "Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo darás culto".



domingo, 2 de marzo de 2014

Nadie puede estar al servicio de dos amos

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos." 
Mateo 6,24-34
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La confianza en la providencia supone estar dispuesto a cambiar de planes. A volver a empezar, a caminar por otros lugares que no imaginábamos. La confianza en la providencia es la fórmula de la que Dios se vale para acercarse. Es un gesto de amor profundo y de total libertad.
Existe un equilibrio precioso entre lo que podemos hacer y lo que podemos esperar. Nuestra vida, nuestros sueños, nuestros anhelos y los deseos y planes de Dios y su proyecto del Reino
 "Dios no cumple todos nuestros deseos sino todas sus promesas." Dietrich Bonhoeffer
El saber que pocas cosas están en nuestras manos y que poco depende de nosotros pero poner toda nuestra conciencia y presencia al servicio de Dios nos introducen en el misterio sagrado de la confianza y la providencia.
¿Cómo vivo la Providencia de Dios?