En
aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro,a Santiago y a su hermano Juan
y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de
ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron
blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando
con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué
bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube
luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste
es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los
discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y,
tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis."
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la
visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."
Mateo 17,1-9
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En el capítulo 24 del libro del éxodo, en el que se narra la teofanía del Sinaí, encontramos un relato muy parecido al que nos cuenta Mateo en la Transfiguración. En este primero aparece Moisés acompañado de Aarón, Nadab y Abihú y cuenta como los cubrió una nube y que, desde ella, Dios les habló el séptimo día.
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En el capítulo 24 del libro del éxodo, en el que se narra la teofanía del Sinaí, encontramos un relato muy parecido al que nos cuenta Mateo en la Transfiguración. En este primero aparece Moisés acompañado de Aarón, Nadab y Abihú y cuenta como los cubrió una nube y que, desde ella, Dios les habló el séptimo día.
No es casual que el Evangelio quiera de alguna manera presentar a Jesús como al nuevo Moisés que tiene una palabra definitiva que decir, una palabra que da cumplimiento a la ley y a los profetas, una palabra que desvela y muestra algo más del misterio insondable de Dios; "Éste
es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Los discípulos no
han de confundir a Jesús con nadie, ni siquiera con Moisés y
Elías, representantes y testigos del Antiguo Testamento. Solo
Jesús es el Hijo querido de Dios, el que tiene su rostro
“resplandeciente como el sol”.
Pero la Voz añade algo más:
“Escuchadlo”. En otros tiempos, Dios había revelado su
voluntad por medio de los “diez mandatos” de la Ley. Ahora la
voluntad de Dios se resume y concreta en un solo mandato: escuchad
a Jesús. La escucha establece la verdadera relación entre los
seguidores y Jesús.
"Jesús es lo que acontece cuando Dios habla sin
obstáculos en un hombre" Jean Sulivan, ; por eso, podemos decir que es un hombre
transfigurado. La transfiguración no fue un hecho puntual en la vida del
Maestro de Nazaret, sino el estado de su ser.
¿Qué hacía de Jesús un hombre transfigurado? Y ¿en qué se notaba?
Según los datos que nos aportan las narraciones evangélicas, lo que
mostraba a Jesús como un hombre transfigurado era su bondad, su
compasión, su autenticidad, su integridad y coherencia, su libertad, su
vivencia de Dios...
Todo ello resulta profundamente coherente, porque, antes que nada,
una persona transfigurada es una persona profundamente humana. Todo lo
auténticamente humano es transparencia de Dios; o, por decirlo de otro
modo, la vivencia de lo humano nos "diviniza".