
Marcos 7, 31-37
Ciclo B - 23º dom Tiempo Ordinario
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El mayor de los milagros es la confianza. El evangelio entero es una llamada a la confianza, al abandono en manos de un Dios dispuesto a sanar cualquier herida. La confianza nos libera y nos abre el corazón, nos predispone para el encuentro y nos capacita para la comunicación y la acogida.
Jesús se encuentra con un hombre sordomudo (prácticamente no podía hablar), para la mentalidad judía la sordera más que un problema de salud era una dificultad religiosa; Dios había abandonado a esa persona o esta persona no quería escuchar su palabra. En este relato el grado de incomunicación era casi total, vivía encerrado en sí mismo. Su incapacidad era tremenda, por eso la acción de Jesús no es la habitual.
Él lo toma a parte para sanarle. No basta con imponer sus manos o con invocar al Padre. Es necesario que la acción de Jesús pueda transformar enteramente a aquel hombre encerrado. Jesús mete las manos en sus oídos y con la saliva toca su lengua. Son gestos muy personales e íntimos que pertenecen a lo privado, "por esto lo aparta de la gente a un lado". Jesús no se acerca superficialmente a la vida de los que necesitan ayuda, a nuestras vidas, Jesús se adentra hasta lo más profundo de nuestra intimidad para tocarnos en lo más secreto, en lo más personal, en donde nadie puede entrar. Y justo ahí pronuncia las palabras de invocación a Dios padre para que podamos hacerlas resonar una y otra vez. "Effetá" esto es "Ábrete".
Esta es la invitación de Jesús;
Ábrete, no pongas límites, deja de buscar lugares seguros donde construir tu casa. Acoge lo inesperado y confía en mí.
Ábrete, no te encierres en ti mismo. Deja que el misterio te alcance y déjate habitar.
Ábrete, no construyas una estructura que encierre a Dios, búscale donde no sabes, donde no conoces, donde no alcanzas y déjate sorprender.
¿Qué necesito que Jesús toque de mi vida?
¿En qué situaciones me encierro o me aíslo?
¿De qué manera puedo acoger esta invitación a abrirme y confiar?