En
aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos,
dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que
llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja,
ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica
de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os
vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al
marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos
salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con
aceite a muchos enfermos y los curaban.
Marcos 6,7-13
Ciclo B - 15º dom Tiempo Ordinario
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Jesús no abandona a los que
envía, sino que les acompaña "dándoles autoridad". La autoridad de
Jesús no tiene que ver con el poder o con el dominio de otros, sino que está
relacionada con la capacidad de hacer las cosas que él hace. La autoridad que
confiere Jesús supone vivir con los pies en el camino y la mirada en lo que trasciende todas las cosas tratando de ser compasivos y bondadosos con quienes nos encontramos
sin hacer juicios ni poner etiquetas que cataloguen a las personas.
Aceptar la autoridad de Jesús es
asumir la responsabilidad de ir pronunciando su nombre sin anunciarnos personalmente,
sabiendo que es a Él a quien es imprescindible comunicar y dar a conocer. Aceptar
la autoridad de Jesús es despojarse de lo superfluo e ir dejándose interpelar
por las múltiples realidades que están sedientas de una presencia que contagie
esperanza y satisfaga la búsqueda de sentido.
Los discípulos conocen la manera
con la Jesús se relaciona. Sin poder, sin buscar la soberanía sobre otros ni su
dominación. Jesús recorre los caminos sanando heridas. Esta es su sencillez y
su grandeza, su estilo de vivir entre las personas y su intención más evidente. Por eso, en este breve relato del
evangelio de Marcos Jesús "les encargó que llevaran para el camino un
bastón (...) sandalias y una única túnica " y nada más. Justo lo
imprescindible para caminar sin ataduras, sin temor a las pérdidas, desasidos
de lo superficial para ir justo a lo profundo y encontrarse con el corazón
mismo del otro.
Y es justo lo que necesitamos
para tomar el relevo en esta tarea de evangelización y de construcción del
Reino de Dios. Desaprender lo que nos lleva a levantar muros de seguridades y
estructuras que nos hagan sentir protegidos, despojarnos de discursos
aprendidos y elaborados que disfrazan lo que somos.
Si alguna vez escuchamos la invitación de caminar casi desnudos al encuentro del otro no desoigamos esta preciosa oportunidad para vivir sabiendo que nos regalaron lo que de verdad nos hace felices.
Si alguna vez escuchamos la invitación de caminar casi desnudos al encuentro del otro no desoigamos esta preciosa oportunidad para vivir sabiendo que nos regalaron lo que de verdad nos hace felices.
¿Qué creo que necesito para aventurarme en la propuesta de Jesús?
¿Qué me sobra para caminar? ¿Qué necesito dejar?
¿De qué manera entiendo la autoridad de la que Jesús reviste? ¿En clave de servicio, de donación, de acogida del otro?