La llegada del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé: en [aquellos] días anteriores al diluvio la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca. Y ellos no se enteraron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Así será la llegada del Hijo del Hombre. Estarán dos hombres en un campo: a uno se lo llevarán, al otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán, a la otra la dejarán. Así pues, velad, porque no sabéis el día que llegará vuestro Señor. Y sabéis que, si el amo de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría velando para que su casa no fuese asaltada. Por tanto, estad preparados, porque este Hombre llegará cuando menos penséis.
Mateo 24, 37-44
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La enseñanza primera de este evangelio nos dice que estemos en vela "velad, pues no sabéis el día que llegará vuestro Señor". En su traducción griega emplea Mateo el verbo grêgorêo que significa literalmente "estad despiertos" igual que dice Jesús a sus discípulos y con la misma palabra estad en vela en su oración en el monte de los olivos.
Estad en vela, atentos, despiertos, alerta. Tened los ojos abiertos, estad receptivos y dispuestos al que viene. El que duerme no es consciente, no puede percibir la presencia de quien llega, no está preparado para recibir y acoger a nadie.
El que duerme se ausenta, se marcha, abandona. El que duerme no atiende aunque haya quien necesite, aunque haya quien solicite, aunque haya quien reclame. El que duerme no conoce al que vive en la angustia, el hambre, la desnudez, la precariedad de este mundo. Esto es lo que hicieron los discípulos en Getsemaní, en la agonía de Jesús, ante la inminencia de la pasión y muerte.
Lo que Jesús nos pide es que no nos desentendamos de todas aquellas personas que viven el dolor, la angustia y la muerte. Esto es lo esencial. Vivir para servir. Despertar ante la injusticia que vive el hombre y acompañar y sanar y luchar por restaurar toda dignidad perdida. Este es el plan de Dios.