
Mateo 3,1-12
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Juan se sitúa en el desierto de Judea, un lugar de silencio y de soledad, allí invita al pueblo a una conversión radical. Su predicación produce una cierta conmoción popular: Hay una afluencia masiva que manifiesta el descontento del pueblo con la institución religiosa y sus dirigentes.
Juan predicaba: "Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos”. En griego "metanoia" que significa un cambio de mentalidad, un cambio de orientación: “darse la vuelta”. Es una llamada apremiante: "convertíos", que quiere decir: cambiar vuestra manera de pensar, abríos a la posibilidad de que vuestras ideas, convicciones y seguridades, quizás, no coincidan con las de Dios y aceptar que su proximidad os vaya transformando.
Necesitamos acoger la llamada a la conversión: convertirnos de nuestras ambiciones personales, de nuestras injusticias y superficialidades y abrirnos a la Presencia liberadora de Dios. Convertirnos de nuestros cansancios, de nuestros desencantos, de nuestros miedos y abrirnos a una renovación profunda de nuestra vida. Necesitamos una profunda transformación de nuestra propia vida, de nuestras actitudes, de nuestros comportamientos, de la manera de vivir nuestras relaciones, de nuestras actividades... esa transformación se proyectará en un cambio de nuestra sociedad y de nuestro mundo. Esta conversión supone que Dios sea lo primero de todo y, entonces, todo cambiará.