domingo, 15 de septiembre de 2019

¡Felicitadme! he encontrado la oveja que se me había perdido

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."
Jesús les dijo esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta."
También les dijo: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Lucas 15, 1-32
Ciclo C - 24 dom Tiempo Ordinario
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No hay nada que podamos hacer que lleve a Dios a olvidarse de nosotros/as. Su misericordia y su bondad superan infinitamente nuestra capacidad de amar, de acoger y de perdonar. El Evangelio de Jesús nos enseña que antes de que decidamos abrir nuestro corazón y dejarnos abrazar, Dios ya tiene los brazos abiertos.

La propuesta de Jesús está muy lejos del rigorismo y lo dogmático, por esto los fariseos tenían tanta dificultad en comprenderle. A veces, las normas nos ofrecen una seguridad que tiene que ver con nuestros esquemas limitados, con nuestra fragilidad y nuestra pobreza. Nos ayudan a entender lo que "tenemos que hacer" para estar en el grupo de Jesús. Sin embargo, el ofrecimiento que él nos hace tiene que ver con una conversión de corazón, con una libertad profunda que transgrede los límites porque se deja inspirar por el Espíritu del amor. Y en este vínculo es donde todas las cosas se hacen nuevas y nos llevan a vivir sin llevar las riendas, sin tener el control, sin conocer qué será lo próximo... vivir en Jesús, es vivir en la confianza que aligera nuestras preocupaciones, es vivir a la intemperie sin dejar de experimentar el cuidado y es vivir en la alegría que contempla la presencia de Dios en todos los acontecimientos y encuentros.

Aventurarnos a caminar desde el Dios de Jesús es aceptar que nuestros conceptos sobre quien es no pueden acertar jamás. Tratamos de entenderle desde lo que somos y vivimos, desde lo que esperamos y soñamos, pero Dios trasciende nuestra comprensión y está más allá cualquier esquema, que es pura reducción.

A Dios podemos presentirle en el abrazo al dejarnos amar, y de esa manera y en ese instante reconocer que únicamente podemos acogerle, guardar silencio y recibir el regalo de la misericordia.



domingo, 8 de septiembre de 2019

Si alguno se viene conmigo...

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: "el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío."
Lucas 14, 25-33
Ciclo C - 23 dom Tiempo Ordinario
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De camino a Jerusalén hay mucha gente que quiere seguir a Jesús. Resulta cautivadora su palabra, atrae esa forma de dirigirse al corazón que toca justo esa herida que necesitaba ser acariciada. Una multitud le sigue dispuesta, en primera instancia, a seguir escuchando eso que tanto sana. Es aquí donde Jesús plantea la cuestión del seguimiento. 


Seguir a Jesús es una decisión que necesita consciencia y determinación. No hace falta ser súper héroes, pues Dios se vale de nuestros límites y fragilidades, pero si es esencial poner todo lo que somos absolutamente en este camino intrépido. Vivimos en un tiempo de propuestas que buscan atraparnos, nos llegan mensajes múltiples que buscan nuestra fidelidad ofreciéndonos diversos beneficios; estabilidad, calma, poder, control, facilidades, superioridad, excelencia, reconocimiento, equilibrio… todos nos prometen que llegaremos a un mejor lugar.

Jesús nos habla del reino de Dios y de seguirle, y confiar, y creer que es posible, y emprender un camino junto a él, por eso necesita que examinemos primero nuestra disponibilidad y nuestro horizonte.

Andar con Jesús es elegir un camino. No podemos hacer viajes simultáneos. Esta es la propuesta para quienes su palabra se convierte en fuente y en esperanza. Jesús se dirige a la multitud que le sigue y les ofrece la posibilidad de ir a su lado, les pregunta a todos haciéndoles el mismo ofrecimiento;

"Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.”

Y esta oferta puede parecer fuera de toda lógica si nos quedamos en la superficie de las palabras. Es necesario ahondar y acercarnos al origen, al sentido profundo que nos quieren comunicar. La lógica de este relato tiene en el desasimiento el punto de partida. Jesús invita a no tener miedo a la pobreza, a experimentar la libertad y la alegría profundas que son sus frutos.

Llevamos tanto equipaje innecesario del que a veces no somos conscientes… Este evangelio nos anima a detenernos a mirar qué necesitamos elegir para seguir a Jesús. En este peregrinaje no podemos llevarlo todo, es fundamental ir quitando el lastre, todo eso innecesario que hemos ido incorporando pero que en realidad es un impedimento real para el camino y para cargar la cruz.

Jesús es claro "Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío"
¿A qué realidades necesito hacer hueco en mi vida?
¿Qué quiero dejar?

 

viernes, 23 de junio de 2017

Nada hay escondido que no llegue a saberse

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo." 
Mateo 10, 26-33 
Ciclo A - 12º dom Tiempo ordinario
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domingo, 1 de noviembre de 2015

Estad alegres y contentos

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."
Mateo 5,1-12a
Ciclo B - Todos los Santos
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Este es uno de los textos del evangelio en que podemos ver al detalle los profundas raíces en las que Jesús se sostiene para decir lo que dice a lo largo de su vida pública y hacer lo que hace sanando y devolviendo la fe.

Las bienaventuranzas no son un programa teórico que sintetiza el pensamiento de Jesús, sino que son el resultado de vivir en unión con el Padre y saberse enviado por el Dios de la misericordia. Jesús expresa en las bienaventuranzas una forma de vivir que en apariencia va en contra de la felicidad de cualquier persona pero que solo desde la fe se hace comprensible, sólo desde la fe se hace evidente porque expresan esa sabiduría profunda que está más allá de las cosas y que nos capacita para un gozo que no se entiende sin aventurarse y confiar.

Las bienaventuranzas no son un código moral que establece lo que está bien y lo que está mal para que podamos seguir a pies juntillas, sin miedo a equivocarnos una doctrina estructurada. Las bienaventuranzas son el resultado del vínculo profundo entre Jesús y su Padre y la profunda sabiduría que emerge de esta experiencia de filiación. Podríamos decir que la comunión entre el Padre y el Hijo hace posible que exista esta luz que se extiende e ilumina la vida de la humanidad.

Las bienaventuranzas se dirigen al centro de nuestro ser, a lo más profundo de la propia vida, a lo más auténtico de nosotros mismos. Apelan a lo más genuino de lo que somos, para que podamos reconocer ese saber que sobrepasa las apariencias y los límites y nos llena de posibilidades para vivir en plenitud nuestra historia.

¿Qué suponen para mí las bienaventuranzas?
¿Qué noticia profunda he descubierto en el sermón de la montaña?
¿De qué manera me ayudan en mi vida de fe?